miércoles, 31 de octubre de 2012

Esos locos bajitos.. A los hijos del mundo!

A menudo los hijos se nos parecen. 
Escuchar la voz de Serrat esta frase de esa hermosa canción "Esos locos bajitos".
Desde hace algún tiempo deseaba escribirle, darles las gracias.

Verlos, es verme a mí a su edad: Alegre, despreocupado, despierto, travieso, solitario a veces, asustado, amado, riendo... Lo que los padres vivimos cuándo niños. Hemos creado en un mundo ajeno y a la vez propio, cada quién como lo ha querido pintar para transmitírselos, como si ese mundo lo hubiésemos inventado nosotros para ellos y no ellos para nosotros.

En estos últimos meses es mi propia experiencia de cuanto me han ensenado esos "psicólogos alquimistas", la mejor sonrisa, el mejor abrazo sincero y sin complicaciones, los juegos, sus palabras: Papi, papiii!! y yo, con cierta vergüenza muchas veces ellos ya dormidos, sin darles ese abrazo sanador y de amor infinito. 

A veces les recriminamos y creo que lo estamos haciendo a nosotros mismos como padres; no teniendo donde depositar ese enojo o ira interna. Al final ellos nos vuelven a desbaratar con un abrazo y un beso, responden con una juguetona sonrisa.


Hoy les quiero rendir un homenaje y darles las gracias por permitirme conocer el amor infinito en ustedes hijos míos, en cada hijo que alza vuelo, el que ya no está, el que acaba de ser padre también, a todos los hijos del mundo. A todos esos Locos bajitos... Gracias.

Alguna vez sin darte cuenta hija mía, secaste una lágrima mía con tu frágil dedito y me diste el mejor abrazo de la vida.
En algún momento me dijiste hijo mío, que era el mejor papi del mundo. Y me sentí el mejor.

Dar gracias por ser padre, gracias por ser hijo también. Porque ellos pueden cambiar la guerra por la paz, el desamor convertirlo en amor, el egoísmo en bondad, el frío por un calor de hogar, el miedo por el sosiego y la tranquilidad del espíritu.

Esto es para ustedes: Soy lo que soy por ustedes hijos. Espero vivir también su alegría algún día que cada uno sea padre, con sus propias familias, felices, sonrientes, saludables, recordaremos que alguna vez les cantaba esta canción. Vivan libres y felices.

                              A mis hijos Juan Sebastián y Miranda Isabella